viernes, 15 de agosto de 2014

'Mil Veces Buenas Noches' y los límites del Periodismo

Pocas películas me han marcado y me han hecho pensar tanto como la que vi el otro día. Mil Veces Buenas Noches. Típico filme que a todo periodista le encanta ver. Trata de una fotoperiodista que cubre zonas conflictivas y que tiende a poner su vida ante mucho peligro con el fin de denunciar las mayores atrocidades que suceden en lugares remotos del mundo, invisibles a nuestros ojos. Pero todo tiene un precio, y ya no solo para la mente del profesional, pues también hay que ponerse en la piel del marido y de los hijos que se quedan en casa con miedo atroz. 

La película es muy dura, si bien es cierto que la realidad lo es cien veces más. Capaz de dejar a toda una sala en silencio con las manos en la cara y con la lagrimilla colgando. En definitiva, una producción que todo estudiante y profesional de Periodismo debería ver para reflexionar sobre nuestra profesión. 

Ahora que está el mundo patas arriba tanto en Irak, como en Ucrania y Gaza, vemos todos los días a corresponsales de guerra que arriesgan su vida, y tú desde casa piensas: ¿Qué haces ahí?, ¡lárgate! Pero en Mil Veces Buenas Noches apreciamos que aunque parezca una barbaridad, la respuesta es bien simple: hacer justicia. Denunciar la situación. Hacer ver al mundo lo cruel que puede llegar a ser el ser humano para proteger a los más vulnerables. Un argumento que el resto de periodistas entendemos muy bien, porque al fin y al cabo, es ese deseo de que se sepa la verdad lo que nos une a todos y lo que nos hace querer ser periodistas aunque haya una crisis del demonio y la profesión sea cada vez más precaria. 

Pero claro, ¿hasta qué punto el Periodismo debería ser tu profesión y hasta qué punto tu forma de vida? ¿Vale la pena arriesgar tu matrimonio y tu relación con tus hijos para que Naciones Unidas salve vidas inocentes? Responder que no sería muy egoísta, pero es una decisión muy compleja y somos humanos. ¿Sería justo exigir a nuestra familia que nos apoye aunque eso suponga que viva cada día pensando en si hoy te han matado? 

Y aún hay más, ya que con esta película nos hallamos ante un dilema ético en toda regla que lleva en la mesa de debate de periodistas años y años. ¿Es ético sacar una foto a un cadáver?, ¿es necesario capturar un cuerpo con zoom para mostrar la cruda realidad?, ¿quién define el límite entre lo objetivamente necesario y la falta de respeto hacia las víctimas y sus familias?, ¿no sería más eficaz impedir atrocidades actuando directamente y no fotografiándolas?


Yo siempre he sido de las que opinan que se puede denunciar una injusticia sin tener que enseñar imágenes desagradables o denigrantes. Sin embargo, la protagonista de este largometraje dice en una escena: "Quiero que con mis fotografías a la gente se le quiten las ganas de comer". Una visión distinta a la de los grandes medios, que solo buscan el morbo para que los lectores compren más periódicos. Desde luego que son preguntas nada fáciles de contestar, pero está claro que pensarlas debería ser un ejercicio obligatorio para nosotros los periodistas, sobre todo entre las nuevas generaciones. 

Aquí os dejo el trailer. 

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