Ante el fallecimiento de la abuela, una amiga me dijo que los abuelos deberían ser eternos. Profundas palabras que dejan mucho que pensar, puesto que, aunque "la ley de la vida" nos los arrebate, nada podrá evitar que sean eternos en nuestros corazones.
La abuela vivirá siempre en cada encuentro familiar, en cada conversación y en cada recuerdo. La recordaremos como la campeona que luchó sin piedad contra el alzheimer, pero sobre todo, como la abuela que cuidó de sus nietos como si fuésemos sus hijos. Así, nunca quedará en el olvido el amor con el que nos cocinaba sus ricos macarrones, ni mucho menos nuestras tardes jugando al chinchón ni nuestras meriendas.
Personalmente, yo recordaré con una gran sonrisa el hecho de que siempre tuviese alguna palabra bonita y halagadora para mí. Llevase lo que llevase puesto siempre apreciaba mi forma de vestir, menos cuando mis pantalones tenían alguna rotura (en ese caso me echaba la bronca y me decía que fuese corriendo a comprarme unos, que si hacía falta me daba dinero, jeje). Asimismo, siempre admiraba mis botas o mis bolsos, por humildes que fuesen, por no hablar de mis anillos. Le encantaban. Había tardes que se pegaba media hora mirándolos. Cómo le gustaban. Pero sobre todo, lo que me llevaré conmigo es la forma en la que me cogía y me acariciaba la mano, con tal tierna mirada que decía todo lo que no podía verbalmente expresar.
Por último, también nos acordaremos siempre del cuidado y amor que ha recibido por parte del equipo sanitario de la residencia Amavir de Mutilva. Nuestro más sincero agradecimiento a las campeonas que durante esta pandemia la han cuidado como si fuese su abuela.
Abuela, ha llegado el momento de que te reencuentres con el abuelo, la tía Anita y Fernandito. Descansa en paz, un beso al cielo.
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